jueves, 2 de julio de 2015

Reflexión “yoquesecuántos” y lo que te rondaré, morena.(tarea 7)

Y es que, no hemos hecho otra cosa sino rumiar todo lo que estamos aprendiendo, todo lo que aprendimos y, por supuesto, todo lo que nos queda por aprender. Pero si lo pensamos detenidamente, ¿no es eso aprender?¿interiorizar la información recibida, reflexionar sobre ella y hacerla nuestra?


Ahora mismo me disponía a reflexionar sobre lo que ha sido mi experiencia con Symbalooedu, aunque cabe decir que ha sido simplona y superficial, ya que estoy empezando. Mis maestras decían que era una niña lenta, pues reflexionaba acerca de todo y no me atrevía a dar un paso sin asegurarme que el anterior era firme, es por esto que, cada vez que me meto en una nueva plataforma tardo tanto en cogerle el tranquillo. Pero, en lugar de eso, dejadme que os cuente una historia.

Sevilla, 1997. En un pueblo del Aljarafe, de cuyo nombre no quiero acordarme.


Tres chicas con toda la vida por delante y ganas de comernos el mundo ( y a algún que otro compañero de clase)  buceábamos en la biblioteca de mi padre para poder hacer un trabajo acerca de la literatura del Siglo de Oro mientras amontonábamos sobre una fría mesa de mármol circular las obras completas de Lope de Vega encuadernadas en cuero y consultábamos la interminable Espasa Calpe que tapaba casi por completo una de las paredes del salón. Por desgracia, la biblioteca de la universidad había sido previamente asediada y saqueada por otros compañeros (en aquella época éramos unos 100 alumnos en algunas materias y las clases se daban en el Aula Magna), de manera que teníamos que contentarnos con lo que había en mi casa, además de nuestros apuntes. Alguno dirá ¿e internet? Bien, en aquella época internet parecía algo oscuro que no era realmente fiable y que apenas se sabía usar. De hecho, para alguien como yo cuyo padre había nacido en el 26 y decía que con una calculadora y un archivador no necesitaba ordenador alguno, era difícil tener acceso a las redes. Mis dos compañeras no eran mucho más afortunadas pues, como yo, estudiaban gracias a una beca de estudio y en casa el ordenador era algo que tenía “el vecino, que es abogado”. Pero nosotras disponíamos de una super Olivetti Electrónica que ¡tenía hasta tres colores!: negro, rojo y verde.


Pues con eso nos apañábamos. Los gráficos a escuadra y cartabón; los dibujos, calcados a través de la ventana o con papel calco, ese que dejaba todo negro y sucio. Llamadas interminables de “...espera, que llamo a María y ahora te llamo y te digo.” Broncas por la factura de teléfono. Interrogatorios de tu madre de por qué tenías que ir a la biblioteca un sábado si en casa tenías muchos libros.


Y ahora, permitidme que os cuente mi último trabajo en grupo.


Roma, 2015. En una calle del barrio Aurelio.


Es lunes festivo y, por tercera vez, nos reunimos virtualmente para cerrar el trabajo. Hemos realizado una tarea en grupo, sin usar ni un trocito de papel. Todo se ha basado en aplicaciones móviles (Foursquare) y aplicaciones de Google (Drive, Hangout, Gmail). La información ha salido de “San Google” como yo lo llamo cariñosamente y de la información compartida por los profesores en el Blog del Curso (Cursoeleroma.blogspot.it). La actividad podría desarrollarse, no sólo como una tarea educativa sino que, bien desarrollada, podría acabar siendo hasta un juego de rol (pero eso es otra historia). De modo que, para realizar una sola tarea he aprendido a usar una cantidad innumerable de recursos online que eran unos absolutos desconocidos para mí y, por supuesto, es mi obligación, además de un alivio, aprender y contar con todas estas herramientas que hacen que nuestro trabajo se pueda desarrollar a una velocidad que puede hasta dar vértigo en ocasiones.


No voy a profundizar en las ventajas ecológicas que estos años han traído (el uso del “type-ex”, tinta, papel, agua  y productos contaminantes para fabricar todo eso, transporte…) sino en el hecho de que, para alguien de mi generación, me parece estar viviendo en una película de ciencia ficción donde, el reloj de Sophie (la sobrina del Inspector Gadget) es ya una realidad y, posiblemente, mientras escribo estas líneas, pasada de moda.

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