Seguimos reflexionando...
Aunque hoy por hoy ,cada vez más, dentro del enfoque comunicativo se le está dando un papel importante a la EIO y CO, es cierto que en los manuales, bien sea por cuestiones de formato, comodidad o tradición, sigue imperando la EIE y CL. Así pues, el educador tiene la responsabilidad de crear esas tareas que puedan compensar, a modo de complejo vitamínico, la falta de actividades comunicativas orales.
Esta tarea no es fácil en absoluto, ya que la expresión e interacción oral es un proceso extremadamente complejo y que no debe ser tomado a la ligera. No se basa en el dominio de la competencia gramatical o léxica, sino del desarrollo y dominio de las denominadas microdestrezas (producir enunciados de diferente longitud; diferenciar entre fonema y alófono; patrones de acentuación, ritmo y entonación; fluidez; control de la propia producción; cohesión y adecuación; usar correctamente registros, implicaturas, convenciones pragmáticas y otros rasgos sociolingüísticos;recursos no verbales;estrategias conversacionales...etc)
Recuerdo los viajes a Gibraltar cuando era pequeña con la excusa de practicar el inglés, que acababan con nosotros comiendo en el Mc Donald’s, comprando chocolatinas y hablando entre nosotros...por supuesto en español. Sin embargo, siempre se había dicho (y aún se dice) que el mejor input era ir a un lugar cuya lengua principal fuese la que se quisiera aprender. Esto, si no es con una serie de objetivos bien claros, es casi imposible de conseguir (¿cuántas comunidades conocemos que se relacionan entre ellos y son capaces de vivir durante años en un país extranjero y no llegan a aprender la lengua?); de manera que hay que tener en cuenta que, para aprender una determinada lengua extranjera hay que desear algo más. Hay que querer algo para lo que esa lengua sea el único instrumento facilitador. He aquí la importancia de una actividad comunicativa donde el objetivo es claramente pragmático: usar la lengua para conseguir algo. Es por esto que las actividades comunicativas deben estar más dirigidas a dominar aspectos como el significado y la fluidez, por encima de otros como la corrección y la forma.
Como esto es difícil de controlar en un entorno abierto y, desgraciadamente, no disponemos de suficientes espacios ad hoc, podemos decir que el aula de ELE es el Shangri-La del enseñante. El aula pues, debe ser considerada un ecosistema, un micromundo que ofrezca continuas ocasiones de aprender e interaccionar socialmente; un espacio donde potenciar la autonomía y en el que se creen las condiciones necesarias para practicar la interacción oral en situaciones reales o simuladas y donde la lengua venga usada para aprenderla y no al revés.
Todos sabemos, sin embargo, la enorme barrera que debe cruzar un alumno para expresarse en un idioma que no es el suyo. Más aún si es tímido, o si es un tipo de persona acostumbrado a la exactitud y la corrección. A hablar con propiedad. Por tanto, ¿cómo podemos captar la atención de ese alumno y seducirlo para que forme parte del aula y entre en el proceso de aprendizaje? Hemos de buscar actividades que sean de su interés y que tengan ya conocimientos previos. Han de ser reales, con textos reales y no hablar de manera arcaica o irreal tipo “¿Tienes tú hermanos o hermanas?”. El nivel debe ser adecuado al del alumnado y cuya dificultad aumente progresivamente; partiendo de temas cotidianos a más generales y abstractos. En consecuencia, la actividad que se vaya a desarrollar en el aula debe estar sujeta a una serie de fases, debe tener un objetivo claro y estar bien planificada.
Previamente, tendremos que dar información sobre el tema, presentarlo, reflexionar sobre el mismo, organizar la clase dependiendo de lo que queramos realizar, repasar el léxico que vayamos a necesitar, crear un buen ambiente… Más adelante, durante la fase de realización o interacción habrá que integrar los grupos, favorecer los turnos de palabra, pedir que se anote lo que no se entienda, que se corrijan unos a otros y se autocorrijan al mismo tiempo y fomentar el debate siempre y cuando sea posible y de forma semicontrolada. Por último, se debe siempre hacer un feedback en el que se reflexione sobre la producción durante la actividad y ver detalladamente aquellos problemas que hayan podido surgir, tratando de encontrarles una solución para poner en práctica posteriormente.
Qué duda cabe pues que, palabras como crear y creatividad toman un papel relevante en el método comunicativo. Citando a Martín Peris “...Si el uso de la lengua consiste en la creación más que en la repetición, también su práctica discente deberá consistir más en aquélla que en ésta.” Resulta pues fundamental la estimulación de la creatividad y la imaginación y sería en este caso el juego dramático una de las actividades mejor consideradas a tal efecto: desinhibe, refuerza la autoestima, potencia la improvisación creando situaciones que exigen la necesidad auténtica de comunicar y tantas otras ventajas.
Dicho así, parece fácil y fantástica la idea de hacer este tipo de actividades pero, en la mayoría de los casos y, casi nunca por culpa de los alumnos, lo que parece una actividad estupenda acaba siendo un auténtico desastre. Esto se debe a una falta de ajuste al nivel; de recursos lingüísticos; de interés por el tema a tratar, bien porque sea lejano a la realidad del alumnado o simplemente por desconocimiento; porque la clase no esté preparada a nivel grupo (cohesión). Por eso la tarea ha de estar bien planificada, con tiempo para reflexionar sobre el trabajo realizado, donde se vea claramente que lo que se ha hecho tenía una serie de objetivos. No se trata de preparar una obra de teatro, no se trata de elaborar un producto, sino del camino andado hasta ese momento, el proceso.
Para vivir este proceso, por tanto, hay que procurar que el alumno desarrolle la competencia estratégica como medio para obtener el fin. Éste debe poner en funcionamiento los recursos de que dispone para satisfacer las posibles demandas de comunicación necesarias en un contexto concreto a fin de lograr, de la manera más rápida y mejor posible, el éxito en la tarea comunicativa.
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